Once de octubre: El último día (por Sebastián Olaso)
Anochecía en Guanahani. Se terminaba un día que otros llamaban once de octubre. El peligro no se percibía. Nadie sabía que las carabelas estaban llegando. Que un imperio, que una cruz, que una masacre. Que cien masacres sucesivas, superpuestas, paralelas, transversales, infinitas. Que un idioma magnífico y profundo serviría para matar, para hablar de las matanzas, para despojar, para llorar sobre las ruinas y los muertos. Para confundir, para defender lo indefendible.
Y la medianoche llegó, y llegó la mañana. No hubo ningún dios que rompiera los relojes. No hubo ningún huracán, ningún contraviento, ningún naufragio en altamar. El naufragio se dio en tierra firme. La invitación a la batalla, extrañamente, fue el grito de Tierra. A Guanahani, la isla que atacaron, la llamaron San Salvador. Quizás los navegantes no entendieron la ironía. El sarcasmo. El sadismo. Quizás se limitaron a vaciar toda la riqueza. Se limitaron a todo lo mezquino.
San Salvador es la lanza en el pecho de Guanahani. América es la mortaja de Abya Yala. Y yo escribo mi palabra en el idioma equivocado. En la tierra arrebatada. Sobre cadáveres que no comprenden lo que yo no comprendo.
Y la medianoche llegó, y llegó la mañana. No hubo ningún dios que rompiera los relojes. No hubo ningún huracán, ningún contraviento, ningún naufragio en altamar. El naufragio se dio en tierra firme. La invitación a la batalla, extrañamente, fue el grito de Tierra. A Guanahani, la isla que atacaron, la llamaron San Salvador. Quizás los navegantes no entendieron la ironía. El sarcasmo. El sadismo. Quizás se limitaron a vaciar toda la riqueza. Se limitaron a todo lo mezquino.
San Salvador es la lanza en el pecho de Guanahani. América es la mortaja de Abya Yala. Y yo escribo mi palabra en el idioma equivocado. En la tierra arrebatada. Sobre cadáveres que no comprenden lo que yo no comprendo.
Comentarios
Un abrazo,
Es un placer leer y releer este texto tan caro al sentir latinoamericano. Comprometido y a la vez coherente con la realidad.
Muchas gracias.
Sonia
Salud por el texto, Sebastián.
CRISTINA
El silencio era intenso. Mudo testigo de la matanza el suelo teñido de sangre. Irónicamente: Salsipuedes.
Sanaqué, Tacuabé, Guyunusa y Vaimaca Pirú observaban asustados a su tribu, muñecos de barro desparramados en el campo de batalla.
Como animales fueron llevados hasta la costa. Los monstruos que llegaron del mar se los tragaron. En la oscuridad el miedo se sentía, se podía respirar. Los conjuros y sanaciones de Sanaqué no impidieron que enfermara y muriera en las entrañas del barco.
Guyunusa, Tacuabé y Vaimaca Pirú soportaron los largos días de viaje. París fue el destino. Exhibidos como animales, estudiados por los científicos como raza exótica.
El nacimiento de la hija de Guyunusa y Tacuabé trajo la muerte de la mujer. La desesperación ayuda al indio a escapar con su hija.
La tristeza fue ganando a Vaimaca Pirú convirtiendolo en el muñeco cubierto de plumas, apoyado en su lanza, al que todos querían observar.
“Muerte por melancolía”, fue su diagnóstico.
Es conmovedor tu texto, "escribo mi palabra en el idioma equivocado""escribo sobre cadáveres que no comprenden..." Una síntesis dolorosa, sobre un acontecimiento para no celebrar.
Un abrazo,
Juany Rojas